Más que el producto de un plan establecido, la visita en el mismo día a World Press Photo y a Primark debería ser consecuencia de una praxis de la deriva situacionista, pero no es el caso.

Resumido muy escuetamente, se podría decir que World Press Photo es el resultado visual de la toma de conciencia sobre el mundo desde diversos puntos de vista. Es una puesta al día de la auténtica verdad, de lo que hay detrás, escondido y tantas veces silenciado de lo que queremos creer que es el mundo. Digamos que es ponerse frente a frente mirando a los ojos de la realidad al margen del atrezzo y los neones. Es el día a día de mucho de lo que sucede presentado en carne viva, sin piel, con la crudeza de ser tal y como es. Y verlo, saber que es así y que pasa de verdad nos cuesta a todos asumirlo, a pesar de la hipnosis en la que nos gusta refugiarnos para no ver.

Sin embargo, es muy fácil recorrer la exposición y ver a tu lado a algún visitante que se sobrecoge o vuelve la cara con los ojos vidriosos. No es fácil digerir tanta verdad en un solo bocado. La posibilidad de empacho por exceso es fácilmente comprensible. No obstante, hay que desear que este testimonio de los profesionales del fotoperiodismo no nos falte nunca porque, como señala el presidente del jurado 2011: “Sin nuestras fotografías, no hay pruebas. Las fotografías son nuestra memoria colectiva del mundo”. No hay nada más que añadir.

Al entrar en Primark no puedo sino compartir y evocar aquello que dijera Sócrates al pasear por los mercados atenienses: “Hay que ver la cantidad de cosas… que no necesito”. Pero voy y vamos. Eso sí, soy de los pocos que no revuelven enfurecidamente los montones de ropa con el único afán aparente de desordenar. Parece que todo fuera un exceso de nada compartida. Y detrás de esa locura de comprar compulsivamente barato parece que, más que una necesidad, se escondiera una obsesión por acumular. Lo que se torna decisivo para la moda es que esa enorme “nada” se disfraza de secciones, marcas, submarcas, colores distintivos, fotos de modelos irrealmente hermosos. En fin, todo aquello que requiere la puesta en marcha de una gran marca. Y lo hacen muy bien a juzgar por su éxito. La conclusión sería quizá que este es el último refugio de la moda, y que siendo sin ninguna duda moda, es la consecuencia de que otras marcas no hayan hecho bien los deberes.

El caso es que la visita a Primark y a World Press Photo confluyen en ese exceso de realidad que ofrecen al visitante. En ambos casos se trata de un golpe directo y frontal contra la realidad, contra la auténtica verdad: lo que queda de la moda, diríamos en el caso de Primark, y lo que esconden nuestros tiempos “hiper” detrás de nuestra feliz y tranquila conciencia prenavideña.