El artista inglés Anthony McCall mezcla en sus trabajos diferentes técnicas, soportes y disciplinas para crear unas piezas que adquieren justamente su sentido en ese mestizaje. Podríamos decir que la luz es la que articula su lenguaje para generar una plástica propia, pero nos estaríamos dejando fuera su interés por el cine o la performance. En definitiva, el eje de su obra se centra en un cuestionamiento del espacio, que se convierte en la materia prima misma. Un espacio que ya no es el lugar desde el que contemplar, sino que se inscribe dentro de la propia obra artística y deviene en un territorio fuertemente evocador y poetizado. Este sería el eje que atraviesa toda su producción.

DARMSTADT_PICS3

Fue en el mundo griego donde surgió la teoría de los humores de Hipócrates. Según sus principios, el equilibrio físico del cuerpo humano dependía del equilibrio de cuatro humores o sustancias fluidas: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. La enfermedad tenía su origen en un exceso de cualquiera de ellas. De la relación de la teoría de los humores con la psicología surgen los factores determinantes del temperamento humano: si predomina la sangre, estamos ante un tipo sanguíneo; si lo hace la bilis amarilla, ante un colérico; en el caso de la flema, ante una persona flemática; y si se trata de la bilis negra, ante alguien melancólico.

El sábado por la tarde hacía un tiempo muy agradable en Barcelona, y antes de ir al cine me senté en un banco del parque frente a una mesa de ping-pong que estaba ocupada por varios chicos y chicas que se pedían partida disfrutando también del agradable atardecer. En un frenesí de victorias y derrotas compartidas, en armonía, disfrute y un clima de absoluta confianza, pude distinguir un grupo de chicos españoles, dos chicas que hablaban francés, otro grupito de chicos latinos. Una gozada verlos a todos disfrutar mientras jugaban juntos.

Ahora os preguntaréis qué tienen que ver las obras de McCall con Hipócrates y su teoría de los humores y con una partida de ping-pong. Pero, sobre todo, pensaréis qué tiene esto que ver con la gestión de marcas y el branding. Pues yo creo que mucho, pues hay lecciones que rescatar y aprender de un artista que cuestiona, y se cuestiona, desde el hecho artístico mismo toda su creación, para llegar a un lugar nuevo desde el lugar que envuelve la creación artística (el espacio); también es importante reflexionar, recordar y aportar desde los lugares y valores que nos hicieron más humanos (sanguíneos, coléricos o melancólicos); y, en definitiva, hay mucho que aprender desde el prisma de lo cotidiano sobre la confianza, el respeto mutuo, la sana competencia y la humanidad que destila una partida de ping-pong entre desconocidos en una soleada tarde de sábado.