En estos días he tenido la ocasión de visitar una maravillosa exposición que presenta CaixaForum Barcelona titulada La belleza cautiva, dedicada a cuadros de pequeño formato de los fondos del Museo del Prado. De ahí que la exposición complete su denominación con «Pequeños tesoros del Museo del Prado».

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El título del post habla de pequeña lección en una clara alegoría al título de la exposición. Sin embargo, la cualidad de pequeño solo se refiere al tamaño y al formato, y dista mucho de ser un asunto menor o prescindible. Si seguimos al hilo de la exposición, vemos que, aunque la organización mantiene una estructura cronológica y por épocas y estilos a la hora de presentar las pinturas, lo que la hace diferente es precisamente la denominación común del pequeño tamaño.

Las obras son de grandes artistas, de «grandes marcas» de la pintura y la escultura que no siempre necesitaron presentar su «producto» en un formato grande;  que no siempre recurrieron a la visibilidad, al exceso de presencia, si lo trasladamos al lenguaje de las marcas. Digamos que, tratándose de grandes pintores y de maravillosas obras como las de Goya, Velázquez, Rubens, Durero o Tiépolo, su propuesta de valor, el producto que nos ofrecen —el goce de una maravillosa y diría que escalofriante experiencia estética—, se mantiene intacto. Por tanto, es más lo que uno es y como lo transmite de manera adecuada que el tamaño de los bastidores y los lienzos. En estas reflexiones me perdí disfrutando de esta maravillosa exposición que os recomiendo visitar, es realmente impresionante todo lo que se esconde en lo pequeño.

¡Feliz verano!