Si adelantásemos la conclusión deberíamos decir que sí, que Muji es definitivamente una marca minimalista. Teniendo en cuenta términos estrictamente formalistas, parece obvio que mucho de lo que percibimos en un paseo por una tienda Muji tiene que ver con el minimalismo. En ambos casos se comparten el orden y la apelación a un mismo repertorio cromático que propician la claridad estructural y que el ambiente se perciba como un todo.

Sin embargo, existen algunas concomitancias conceptuales mucho más profundas. La falta de ornamento, de narratividad y la austeridad del arte minimal han propiciado interpretaciones que quieren ver en este movimiento referencias místicas, el reflejo de la tranquilidad, el anonimato e incluso la negación del “yo” y de la personalidad individual. Postulados, por otro lado, absolutamente alineados con las filosofías orientales. Y no olvidemos que Muji es una de las marcas minoristas más potentes de Japón y que, de hecho, una de sus dimensiones es jugar con la parte del espíritu japonés que se identifica con la calma, la relajación y la tranquilidad. Y, no en vano, son este tipo de ventajas emocionales las que exudan sus puntos de venta, concebidos como espacios con música tranquila y ambiente relajante.

En las propuestas artísticas minimalistas lo que ves es lo que hay. Y, siendo esto así, debemos tener siempre presente lo que afirmó uno de sus más sólidos representantes, el artista Robert Morris: “La sencillez de la forma no implica la simplicidad de la experiencia”. Si trasladamos esto a Muji, sabemos que la marca se sustenta en productos que ofrecen, sin estridencias ni ostentación, lo que funcionalmente se necesita, sin más.

El producto ofrece lo que se necesita de él sin nada superfluo. Digamos que su valor radica en presentar lo mejor de la extrema sencillez. Nada aporta lo que no tiene que ver con su función. Y ahí nace la magia de esta marca, en su identificación con ese espíritu de moderación, tranquilidad y constante evocación de la naturaleza. No olvidemos que ese espíritu contrario a la  ostentación, que tanto tiene que ver con lo minimal, y ese deseo de eliminar las ventajas de expresión personal son las que irónicamente proporcionan las ventajas de expresión personal a esta marca.

Tengamos presente que el minimalismo surge como una reacción al informalismo y sus excesos expresivos, y que incluso tiene una vocación de existir sin marca desde el momento en que resulta muy complicado  encontrar una denominación común. Hasta que en el año 1965 Wollheim acuña el término minimal art, se conoce esta tendencia como arte reduccionista, cool art, estructuras primarias o ABC art. Y siempre trató de concretarse en lo que sus obras definen.

Asimismo, en una visita a Muji podemos comprobar esa misma vocación de marca sin marca. Tanto es así que me atrevería a decir que es el antídoto a la marca Desigual. Nada es chillón, no hay logotipos, ni nada deslumbrante que distorsione lo estrictamente funcional, ni siquiera etiquetas. Definitivamente, Muji es minimalista.