En un mercado hipersaturado de oferta con miles de productos inundando la atención del consumidor, la marca se ha convertido en un activo esencial, en la gran opción que le queda a las empresas para conseguir diferenciarse.
Sin embargo, una marca es algo más que la presentación de un producto al mercado. Y si digo esto es porque, para dejarnos conquistar por ellas, les pedimos que sean sutiles en su acercamiento, que no nos saturen, que no bloqueen nuestra atención y que, en definitiva, sean como nosotros queremos que sean. Por tanto, optamos por una aproximación menos comercial y más cercana a la persona. En este sentido, las marcas ocupan un lugar de privilegio que las empresas no siempre son capaces de aprovechar. Las marcas habitan justamente en la intersección entre el mercado y sus consumidores, son su punto de contacto, lo que les otorga una condición única en este ecosistema que a veces pasa desapercibido.